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Diego Petersen Farah

13/01/2017 - 12:03 am

Protejamos la economía; atendamos la política

Lo forzado del pacto del lunes pasado no es un buen augurio, pues mostró a un Gobierno federal que sigue montado en el macho del autoritarismo y la autoadulación.

Lo forzado del pacto del lunes pasado no es un buen augurio, pues mostró a un Gobierno federal que sigue montado en el macho del autoritarismo y la autoadulación. Foto: Cuartoscuro
Lo forzado del pacto del lunes pasado no es un buen augurio, pues mostró a un Gobierno federal que sigue montado en el macho del autoritarismo y la autoadulación. Foto: Cuartoscuro

Hay una gran preocupación por el desempeño de la economía mexicana en este año. Ahora sí que se nos alinearon los planteas: gasolinazo, Trump, deuda pública, alza internacional de tasas de interés y las que queramos sumarle al rosario, cada vez más rezado, de justificadas quejas en todos los rincones del país. Sin embargo, y a pesar de todo ello, no hay un sólo analista económico que no prevea un crecimiento, aunque sea menor a uno por ciento, de la economía mexicana. El Gobierno cree que el crecimiento será entre 1.7 y 2.3 por ciento, y Erneto O´Farril de Bursamétrica, por citar a uno de los menos optimistas pero más serios, lo estima entre 0.8 y 1.2 por ciento. No se vislumbra, pues, un buen año en términos económicos, (cualquier escenario por debajo del 1.2 por ciento, que es lo que crece la población en México, implica una pérdida del ingreso per capita) pero tampoco será terrible, a menos que la descomposición política haga de las suyas y convirtamos un año difícil en uno desastroso.

Hay, me parece, tres variables políticas que hay que vigilar con lupa porque son las que pueden generar un entorno complicado y que, si llegara el caso en que las tres se agraven, pueden provocar una tormenta perfecta de consecuencias fatales: 1) La relación con Estados Unidos; 2) la capacidad de acuerdos internos entre el Gobierno de Peña Nieto y las fuerzas políticas; y 3) el incremento en la protesta.

La relación con Estados Unidos en este primer año de Trump puede ir desde encontrar un tono en el que, atendiendo cada país a sus intereses y cada gobierno a su agenda, baje la agresividad, de manera que no se vuela un tema de inestabilidad. El escenario podría agravarse si Donald Trump hace del discurso antimexicano una muletilla, pero sobre todo si el resultados de las negociaciones del TLCAN y de nuevos acuerdos migratorios fracasan. El riesgo de esta variable es que tengamos una gran inestabilidad social en la frontera norte.

La relaciones del Gobierno de Peña Nieto con las fuerzas políticas y con los partidos, principalmente con su partido, el PRI, será clave para la gobernabilidad en un año como el que arranca. Lo forzado del pacto del lunes pasado no es un buen augurio, pues mostró a un Gobierno federal que sigue montado en el macho del autoritarismo y la autoadulación. El riesgo es que, ante la sordera del Gabinete y la cercanía de la sucesión presidencial, el Gobierno pierda capacidad de interlocución y por lo mismo de respuesta.

Lo más delicado, sin embargo, es el animo de protesta, el mal humor social. El mejor de los casos se quede como está –una serie de marchas aisladas-, pero fácilmente este movimiento puede escalar a que el gasolinazo amalgame otras causas (como la Reforma Educativa, los precios de la canasta básica, el transporte público, la inseguridad, etcétera) hasta, y ese el el riesgo mayor, a una desestabilización social alimentada por intereses y aceitada con recursos del crimen organizado.

Protejamos la economía; atendamos la política.

 

 

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